3.5.07

MARCO

Lucas mueve la punta de uno de los libros y lo hace sobresalir a dos centímetros del resto del estante, dice que eso bastará para desquiciarlo en cuanto entre a la habitación, y se va. Yo me quedo peleando conmigo misma y finalmente lo devuelvo a su lugar temiendo que la desquiciada sea yo. Lucas lo conoce mejor, yo sé apenas lo que he logrado imaginarme a través de nuestros mutuos silencios y camino por su mundo de puntillas durante sus ausencias - que valga decir son numerosas-. Creo que él es extraño. Me dijo alguna vez que odiaba los directorios y me imagino que le fastidia el alfabeto pero sé que le encantan los libros. Su mundo - y esto son sólo suposiciones mías- esta compuesto de pequeñas, incontables, variables y delicadas relaciones de proporción -nada de códigos taxónomicos- pero puede decir con exactitud quien ha entrado mientras no está, sabe encontrar la quinta pata del gato en cada gato que le pase por delante, sabe en donde estaba cada hoja, cada lápiz y la forma en que la oreja de esta taza formaba un ángulo recto con aquel borrador. Odia los marcos -eso no lo entiendo-, para mí los marcos son necesarios cada tanto, un lugar de dónde agarrarte antes de que te pierdas. Yo entro en la habitación, lo veo todo, lo levanto, lo pruebo , lo dejo metódicamente en su lugar y llevo una lista mental de la ubicación de cada cosa, como un rompecabezas efímero -es por mi memoria- luego lo olvido todo, pero eso lo sé desde antes de empezar, él anota -yo también-, a veces lo anoto todo, luego duro días sin escribir -y sin dibujar- entonces siento como que se me va desarmando el mundo, se me va borrando -es por mi mala memoria- sé que a él le debe pasar algo parecido, pero no sé que tal funcionen sus recuerdos ni que tanto le duran sus mediciones aleatorias. Me gusta imaginarme que somos parecidos en algunas cosas, me hace sentir menos loca pensar que él es como yo en lo del orden, que le gusta pero nunca alcanza a meterlo todo en su lugar, que no le gusta sentir el sabor en su boca después de fumar, que sabe que nada puede durar y le entra angustia... Ya no sé si hablo de él, pero sé que se siente como un personaje de ficción y creo que es porque esos personajes - especialmente los que toman té- están todos un poco locos, son exagerados, hacen un performance interminable y odian los libros que sobresalen dos, uno, medio centímetro del estante, arman un escándalo, encuentran culpables, hacen rodar cabezas y luego lo olvidan todo, no era tan importante al final.

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