Hay un universo de pequeñas tragedias siempre a punto de suceder -siempre a punto- y una catástrofe tras otra se mueven mis pies. Los zapatos son hermosos –gamuza negra y una correíta a la altura del tobillo- mis pasos deben ser cortos bordeando el equilibrio a medio centímetro de una caída inminente -malos pasos-, no hay café ni cuadernos de notas; veo la luz por debajo de la puerta y presiento la tormenta –son bonitos los zapatos, los compré ayer- estoy paranoica, me estoy volviendo loca realmente, -es imposible correr con ellos puestos, me cortarían las hebillas, me torcería un pie [hace años que no me sucede]- veo la sombra de sus pies acercándose a la puerta, quiero desparecer, me hubiera ido hace tres meses, temo quedarme sola, sé que así será al final; mi corazón late, quiero llorar y un vaso de agua, por lo menos agua habrá, debo tomar un poco antes de explicarle. -¡Dios!- siempre los pongo en su lugar y ahora no sé en dónde están, reviso impacientemente los cajones –todo es un desorden- no confío en nadie ¿estaré loca? Debería comprar pastillas para dormir; me va a hacer un reclamo –lo sé- mi corazón late fuerte, sus pies se acercan, se ve por la rendija de la puerta, soy una mujer sin sentimientos, tengo miedo, el miedo es instintivo, tengo mucho, necesito el café y el agua. Tengo sed. Son bonitos los zapatos, de gamuza negra –¿ya lo dije?- me duelen un poco los dedos, yo puedo soportarlo, por aquella cosa griega -estoic...qué?-. Tengo miedo. Cada libro está a punto de caer y mis errores hacen fila y esperan turnos: herida complicada de laceración múltiple. Hay un universo de tragedias siempre a punto de suceder, de sucederme.
22.5.07
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