27.1.07

CALI

Duerme en el sofá -sola-, los libros los apila en un rincón de la sala; el silencio corre a cargo de la inútil radiola que ahora sólo sirve para guardar los papeles y anclar -en teoría- su memoria. Camina descalza. Las paredes están peladas y pintadas de blanco, tal vez para acentuar el vacío, tal vez para que pueda rebotar la luz y sentir que corre aire por la casa. A veces sella su oídos y pone a correr en su cabeza alguna melodía de Nina o Ella -baila Jazz-, duerme en el sofá con las piernas juntas y de lado, por si hace frío. Hace cuatro años o un poco más que vive sola, le tomó dos meses deshacerse de todo: los cuadros, los relojes, las sillas, los floreros, los amigos... estrelló los teléfonos contra la pared, tiró el televisor por la ventana -por el puro placer de ver quebrarse la pantalla-, compró varios kilos de papel y un par de cajas de esferos. Cambió el refrigerador por uno más pequeño, regaló el microondas e invirtió cuatro meses de sueldo en el sofá -sí- el que ahora hace las veces de cama, cueva, barco, vientre y abrazo. Es blanco también.

No hay comentarios.: